La buena voluntad

La buena voluntad cambió mi manera de comprenderme a mí mismo y la de comprender a mi familia, en particular a mi padre. También fue importante para mi obra. De hecho, llamé Henrik al protagonista de mi primera novela y escribí doscientas páginas acerca de cómo se conocieron sus padres, con el libro de Bergman como modelo. Desde entonces he vuelto a La buena voluntad y al resto de la trilogía varias veces, la última hace unos pocos meses, y puedo decir sin temor a equivocarme que no he leído nada mejor, nada que se le pueda comparar, en todos estos años.
Karl Ove Knausgård

La primera entrega de la «trilogía familiar» reconstruye, a partir de fotografías, especulaciones y frases dichas a media voz, los primeros años de la turbulenta relación de sus padres. Una relación llena de epifanías y decepciones, malherida por los prejuicios y el hostigamiento familiar, si no por los mismos impulsos que la hicieron nacer. La inmensa estatura de Bergman como cineasta ha eclipsado a menudo su también inmensa importancia como escritor. Concebida como un epílogo al filme Fanny y Alexander y convertida en serie de televisión y largometraje por Bille August como Las mejores intenciones (ganador, a su vez, de la Palma de Oro en Cannes), La buena voluntad es quizá el título más importante de la obra de Bergman como escritor. La cercanía sentimental del autor con lo narrado y el peso de los protagonistas en la formación de su propia sensibilidad convierten esta novela en la más íntima de sus indagaciones en las pasiones humanas, un testimonio rotundo de la conducta de hombres y mujeres que Bergman aprovecha para revisar y fijar la nómina completa de sus obsesiones: la incomunicación, la mentira, la culpa, el vértigo sexual, las relaciones de poder en el seno de la familia, la convivencia en pareja, la esperanza (o la fe) y su pérdida; y el rencor, como un incesante y mórbido baile de máscaras.

Colección La Principal
978-84-17617-56-1
marzo 2021
Tapa dura
14,3⨉20 cm
448 páginas
Blanco y negro
Castellano
Traducido por Marina Torres