Al apartamento de un hombre encantado con su muy rutinaria y ordenada vida llega –casi sin previo aviso– un viejo amigo al que realmente no soporta. Por supuesto, Röhner es un gorrón, parlanchín y desorganizado, que viene dispuesto a quedarse una temporada como huésped. Esto, que podría ser el comienzo de una comedia (o de una película de terror psicológico), es, en realidad, la base de uno de los cómics visualmente más apabullantes de los últimos años, del que Fulgencio Pimentel hace una edición impecable.

En el fondo, « Röhner» sí que es una comedia. Pero el humor que Max Baitinger (Penzberg, Baviera, 1982) pone en las situaciones es soterrado, a veces negro, un tanto incómodo, reflejo de un protagonista neurótico, indeciso y algo mezquino, capaz de pinchar ligeramente el colchón hinchable de su inaguantable huesped para fastidiarle el sueño.

Y este humor se resuelve y se apoya en unos dibujos a la vez disparatados y matemáticamente precisos.

Espacios alterados

Los objetos se esquematizan hasta convertirse en signos, mientras los personajes –inicialmente esquemáticos y de pocos rasgos– se deforman hasta lo grotesco. Baitinger juega con los planos, captura el tiempo mediante la repetición de elementos, altera la geometría para que los espacios se adapten a la ansiedad del protagonista…

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16/10/2018
ABC Cultural