Parece que las heladas se abren camino durante las noches de otoño y que los días, a pesar de las nieblas matutinas, empiezan a vislumbrarse más tenues y dorados. No sólo porque los árboles han mudado el color de las hojas a tenor de la intemperie, sino porque la luz ha virado de intensidad y se despoja de la claridad del ya olvidado verano. Si a todo ello le unimos un ánimo diezmado por la realidad imperante, la llegada del invierno se tornará más gris que de costumbre.
No es que un servidor quiera aguarles la fiesta (últimamente poca), pero sí quiero llamarles la atención sobre cómo el paisaje, sus sombras y constantes, ahondan en nuestra mirada, como si de un filtro se tratase. Pues a pesar de las circunstancias que nos rodeen, siempre se agradecen los escenarios motivadores, llenos de vida y asombro, con detalles que nos limen las asperezas de la vida y nos inviten a seguir hacia delante.
Es lo que se llama la atmósfera, esa suerte de elementos que enmarcan una historia, la moldean a su antojo y le infieren nuevas sensaciones. Es tan poderosa la atmósfera que, aunque…
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23/11/2020
Donde viven los monstruos