“Me interesaba indagar en la voz del villano que se percibe del lado del bien”
La telepatía nacional (Fulgencio Pimentel) es, más que una novela, un artefacto insólito, difícil de definir, arrastrado por un espinoso discurso científico, informes, cartas, una revisión histórica que ajusta cuentas con maneras del absurdo, narración fragmentaria que, en cualquier caso, exige una lectura de novicio. Entregada y dispuesta. 1933: un grupo de oligarcas dirigidos por un porteño importa una remesa de indios que serán exhibidos en un parque etnográfico. Su autor, Roque Larraquy (Buenos Aires, 1975), consigue en su tercera novela un humor fiero, incómodo, sorprendente. Pocas novelas actuales desconciertan tanto. Pocas hacen disfrutar de este modo.
¿Cómo surge esta historia tan de Scorza, tan de Breton y su humor negro, tan disparatada e insólita, acaso tan anacrónica, en el mejor sentido del adjetivo, tan próxima a los gabinetes de maravillas?
Me interesaba plantear una narración de impulso satírico que asumiera en primera persona la voz del villano que se percibe del lado del bien, la voz reconocible de las hegemonías que pregonan como sentido común el desprecio al pobre y al distinto, el racismo, la misoginia. Quería desplegar esas voces para dejar…