Libros para un confinamiento (X)

UN HALLOWEEN EN PRIMAVERA

 

Ya llega mayo —alegre y refranero por naturaleza— y con él el recuerdo de una frase pronunciada por el presidente del Gobierno la noche del sábado 14 de marzo: «quedan suspendidos los desfiles, las fiestas populares y las verbenas». Con esa oración, que inauguraba los primeros quince días de estado de alarma, se nos condenaba a una tristeza irreparable y por adelantado. Se nos arrebataba lo que ni siquiera habíamos comenzado a imaginar porque uno en marzo aún está empezando a vivir, haciendo acopio de lo poco recolectado tras la cuesta de enero —en primavera llega el tiempo de la cigarra—. Hasta ahora el clima, quizás tras un acuerdo tácito, parecía también pandémico porque en la Costa del Sol no se ha visto una primavera más nublada, en Madrid incluso nevó a finales de marzo y por el norte han tenido por momentos mejor tiempo que en el sur, por lo que la situación era desconcertante para toda la nación. Ahora no tenemos cuerpo para Corpus, para las Fiestas Mayores de Almansa o para el mayo cordobés, en cambio el Día Mundial de la Higiene de las Manos (5 de mayo) se sabe más que celebrado. Es así como nos encontramos en un Halloween perpetuo, disfrazados con chándal y zapatillas de estar por casa, tapándonos los ojos con cojines ante una realidad que se soporta a ratos y entonando el «truco o trato» con nosotros mismos por no poder llamar siquiera a la puerta del vecino. ¿Broma o golosina? Nos gustaría que todo esto fuera en realidad lo primero, pero a juzgar por lo que estamos comprando en el supermercado, la respuesta es clara.

Qué extraños, sin embargo, estos días de horrores con noches cada vez más cortas, pero no por ello menos noches, con todo lo que entrañan. Es entonces cuando, tumbados en la cama, parece que fuese un día como otro cualquiera. Sin virus de por medio. Es ese el único momento en el que todo permanece imperturbable: este cuarto es el mismo que el de hace unos meses y a estas horas la gente está durmiendo como siempre. Nada, o casi, cambia por las noches. Siguen siendo, como es sabido, terreno abonado para las criaturas del más allá (también hay noctámbulos del más acá, pero ahora están confinados). Y con esto del encierro, entre el desorden de horarios y el miedo al bicho, a algunos peques les está costando dormir. No hay mejor forma de hacer frente a sus pavores que animarles a leer Ser un fantasma es lo mejor, de Antonio Ladrillo. Los espíritus forman parte de nuestras primeras pesadillas, pero en este libro en el que la pureza y sencillez de Ladrillo vuelven a poseernos, descubrirán que los fantasmas son entes sonrientes que, a decir verdad, tienen mucha suerte: pueden volar por ahí, comer arañas y bailar mientras todos duermen. La mejor arma contra las historias de terror —cuando no nos apetece pasar miedo— es este libro repleto de magia y humor, porque el fantasma también es un niño capaz de encontrar alegría en todas partes.

Pero las noches no son solo territorio de los fantasmas. También la pueblan otros seres a los que siempre nos han presentado desde el terror. Por eso, es hora de conocer —si ustedes no lo han hecho ya— al Pequeño Vampir, que no es otro que Fernand, el Vampir de Joann Sfar. «¡Mimimi, pero si los vampiros no crecen!». Pues claro que no, pero sí decrecen. Son estas las historias recopiladas de un Fernand niño, tan cansado de las penurias de la adultez que pide volver a la infancia junto a su inseparable perro Fantomate, su amigo Miguel —trasunto del autor—, su mamá Pandora, el escatológico e inocente Margarito, el sanguinario cocodrilo Claudio, el terrible Capitán de los Muertos y otros inolvidables personajes junto a los que protagoniza mil andanzas. Aunque este es el tomo de la saga Vampir especialmente indicado para niños, también a los más mayores se nos antoja irresistible por el desenfado y el continuo juego con el que resuelve Sfar todos los argumentos, capaz de despertar en nosotros el lado más liberador de la infancia viviendo una aventura tras otra, no exentas de un humor gamberro y afilado ni de referencias literarias, religiosas y filosóficas.

Una vez que nos hemos familiarizado con fantasmas, vampiros y demás criaturas del averno, toca reconciliarnos y reconocer de una vez por todas nuestra deuda con las brujas. Seguramente, Tania Berta Judith nos dirá que hay mucho más, y acaso nos riña un poquito, pero para nosotros la magia es una cuestión de fe, y nosotros, gentes con tendencia a la risa floja, escéptica de nacimiento, creemos en lo enigmático y en el arte como una de las fuentes más hondas del misterio. Su Libro de la magia blanca, especialmente dirigido a adolescentes a partir de diez años con ganas de soñar y de aprender, nos introduce de manera práctica en el juego de la magia, a saber: nos enseña a fabricar talismanes, amuletos, atrapasueños; a realizar conjuros amorosos que nos vuelvan fascinantes para el guapo de la clase; a desentrañar los recovecos de nuestra mente a través de la escritura automática, a utilizar las runas y a leer e interpretar los posos de té, los oráculos y las líneas de la mano; a elaborar nuestra propia muñeca quitapenas, nuestros propios inciensos, velas, cojines aromáticos y perfumes mágicos. Y sobre todo —muy importante— nos dice de dónde sale todo eso, de qué folclores, países, culturas y tribus proceden estos saberes que durante tantos siglos han sido perseguidos. La magia (nuestra magia pequeñita y llena de pasión por el juego y el encuentro) puede servirnos hoy para comprender mejor el mundo que nos rodea y para alcanzar una armonía con él, para conocernos mejor a nosotros mismos y para reunirnos y bebernos unas pociones o hasta echarnos las cartas, cuando llegue al soñado día de volver a arrejuntarnos.

Por último, tenemos una recomendación no apta para chiquillos pero obligatoria para ustedes que nos leen, pues sabemos que Halloween no es solo cosa de niños y que nos faltan excusas para abrazar otros jolgorios: Hail Satan!, de Simon Hanselmann, un episodio único, casi un piloto de la mejor sitcom de todos los tiempos. Cada año descubrimos que más y más corderos del Señor se disfrazan de Megg y Mogg por Halloween, lo que demuestra que la obra de Simon va calando hondo en sus corazones. La verdad es que lo tienen fácil, siendo los protagonistas una bruja, un gato negro, un búho, un hombre lobo, un nigromante y un monstruo del pantano. Antes de El mal camino, Hail Satan! fue la primera entrega larga de nuestros Megg & Mogg, la carrera cuesta abajo, el descalabro para aterrizar en una Melancolía ya insoportable. Si en Bahía de San Búho se perfilaban las complejidades de las relaciones entre los protagonistas, aquí alcanzan insospechados niveles de furia y dramatismo. Y todo, o casi todo, dentro de casa.

Otras historias de fantasmas:

Para niños:

Mvsevm, de Manuel Marsol y Javier Sáez Castán (álbum ilustrado)
Yokai, de Manuel Marsol y Carmen Chica (álbum ilustrado)
Semillas de monstruo, Eiji Otsuka e Hirarin (álbum ilustrado)
El rey escualo, de R. Kikuo Johnson (cómic)

Para adultos:

Vampir, de Joann Sfar (cómic)
Las niñas prodigio, de Sabina Urraca
L’amour, de Joann Sfar (cómic)
Más español que americano, de Jaime Jaramillo Escobar (poesía)

30/04/2020
Fulgencio Pimentel