

Es el deseo de Schwarz, su ser-en-un-mundo que se derrumba lo que sostiene, como pauta musical, el juego incesante de Baitinger, su experimentación. Página a página, e impregnado del espíritu del barroco, el autor hilvana trazos pictográficos depurados, tanteos con la direccionalidad abstracta de una línea que parecen invocar los cómics experimentales de Calligaro o de Manfred Sommer…