Gueorgui Gospodínov. En el laberinto, por Juan Jiménez García
Física de la tristeza, de Gueorgui Gospodínov (Fulgencio Pimentel) Traducción de María Vútova y Andrés Barba | por Juan Jiménez García
Nuestra vida es una suma de historias que se deslizan con mayor o menor indiscreción en una Historia general, a su vez compuesta por un infinidad de fragmentos. Verla como algo lineal tiene siempre algo de fallido, porque las cosas no suceden una tras otra. Pensarlo así es lo cómodo, también para la escritura. Intentar llegar a esa multiplicidad de sucesos, de personajes, que construyen nuestra vida, tiene su complejidad. Y Gueorgui Gospodínov se pone a ello, intentando encontrar la salida del laberinto en el que un día dejaron al Minotauro. O a él. O a nosotros. No, Ariadna no siempre está. Ni ella, ni el hilo. Tal vez se fue con Teseo, un Teseo que evitó perderse en la búsqueda del monstruo. El monstruo, la confluencia de animal y hombre. Hombre, otro animal más. Física de la tristeza tampoco es una sucesión de puntos de vista, sino una multiplicidad de planos. Un intento de construcción de ese puzle blanco del que hablaba Georges Perec. El más difícil, quién sabe si el más bello.
La historia de Física de la tristeza es la del escritor o alguien que podría ser el escritor. Como no da entrevistas, como no se deja ver (o ese dice el personaje-persona, y parece que es cierto), no puedo confrontar el nivel de similitud, comprobar esta afirmación. Tampoco tengo ninguna intención de hacerlo. Él es él. Es suficiente. Su infancia es el momento más construido o la posibilidad de un inventario. Aún así, no deja de ser un niño visto desde la distancia de cuarenta años. Una nueva invención. Ya no se trata de…