

«El papel de los museos en nuestra relación con las obras de arte es tan importante que nos cuesta pensar que no existen ni existieron nunca allá donde la civilización de la Europa moderna es o fue desconocida, y que existen en nuestro entorno desde hace menos de dos siglos. El siglo XIX vivió de ellos; nosotros vivimos de ellos todavía y olvidamos que han impuesto al espectador una relación totalmente nueva con la obra de arte. Han contribuido a liberar de su función a las obras de arte que reúnen, a metamorfosear en cuadros incluso a los retratos. Si el busto de César y el Carlos V ecuestre siguen siendo César y Carlos V, el conde-duque de Olivares ya no es más que Velázquez. ¿Qué nos importa la identidad del Hombre del Yelmo dorado, del Hombre del guante? Se llaman Rembrandt o Tiziano. El retrato deja de ser de entrada el retrato de alguien. Hasta el siglo XIX todas las obras de arte, antes de ser obras de arte, eran la imagen de algo que existía o que no existía. Solo a los ojos del pintor la pintura era pintura; además…