La serie Zanardi consta de puñado de relatos cortos protagonizados por tres estudiantes italianos cínicos y violentos que no dudan en usar cualquier tipo de recurso para conseguir sus propósitos sexuales y económicos. Andrea Pazienza retrata una sociedad vacía, burguesa y decadente que sucumbe casi indefensa a la brutal inmoralidad de esta salvaje cuadrilla.

“Si me tuviera que pasar algo, quiero solo un poco de tierra en San Severo, y un árbol encima…”
Andrea Pazienza (1956-1988) es la reencarnación más salvaje de autores tan completos como Dino Battaglia o Hugo Pratt.
Es imposible dejar de especular hasta donde habría llegado este genio del fumetti si hubiera sobrevivido a su destino fatal. Con tan solo 32 años, recién cumplidos, Pazienza tenía ya tras de sí una obra ingente, brillante, visceral, errática, vanguardista y llena de experimentos que presagiaba la inminente llegada de una gran creación; un trabajo que aglutinaría todo su potencial creativo. Su repentino fallecimiento truncó todas estas expectativas y nos hizo recorrer una y otra vez su trabajo publicado en busca de esta obra maestra que tanto anhelábamos disfrutar… para comprender finalmente que en realidad su trabajo magistral era la totalidad de su producción. Cada palabra, cada trazo, cada color… cada página realizada por Andrea Pazienza formaba parte de un universo único, brillante y plenamente coherente que nos ha legado para siempre.

En Corre, Zanardi se recopilan once historias cortas de tamaño variable que tienen como protagonista a Massimo Zanardi un joven de 21 años que vive en Bolonia. Zanna está casi siempre acompañado por dos compañeros de clase llamados Roberto Colasanti y Sergino Petrilli – Colás y Pietra – que le secundarán en sus fechorías. De hecho, en las primeras apariciones de la serie publicadas en revistas españolas, estos cuentos llevaban el título de La pandilla resaltando el aspecto grupal de las historias.

Este álbum es la segunda parte de un díptico editado por Fulgencio Pimentel.
El primer tomo titulado simplemente Zanardi se publicó en 2015. Con esto podemos afirmar que están recopiladas todas las historias de este personaje, salvo una que permaneció inédita tanto en revista como en álbum hasta 1997 y que se incluyó en el libro Paz de la editorial italiana Einaudi. Es apenas un bosquejo narrativo, una broma de ocho páginas de una sola viñeta donde un airado Zanardi interactúa con su creador.

Corre, Zanardi es un compendio de historias urgentes, llenas de rabia social, moral de suburbio y sexo violento. Pero también incluye algunos de los fragmentos del arte más excelso realizado nunca por el genio de San Severo. Lobos y Zanadi medieval pueden considerarse junto a La prima delle tre y Noche de carnaval – presentes en el primer tomo publicado por Fulgencio Pimentel – como uno de los puntos álgidos del arte de este autor tan proclive a los fogonazos de excelencia.

En el primer tomo asistíamos a diversos episodios de la vida vacía de tres jóvenes que centran su existencia en conseguir drogas, practicar sexo urgente y rabioso, chantajear y además encontrarse con su creador en un cine y pelearse con él. Es la fase inicial de la serie, comprendida entre 1981 y 1984 donde Pazienza pugna por llevar al límite a su personaje principal pero conservando aún una cierta lógica de género negro y comedia cínica de costumbres.
En este segundo volumen el autor italiano da otra vuelta de tuerca a sus creaciones y conduce a los personajes hacia entornos desconocidos; “Perché la pazienza ha un limite, Pazienza no”.
Tras un prólogo episódico de cuatro splash pages, esta segunda parte de la antología se abre con una de las historias más trascendentes de la saga. Lobos es un relato de doce páginas – más otra a modo de epílogo – donde el trío perpetra una terrible vendetta. Una fría y cruel venganza de la que no se explican las causas y que quedará impune. Por estructura y por su tratamiento gráfico: a todo color y con la alternancia de hiperrealismo y caricatura, es una historia de la misma magnitud que Noche de carnaval o La prima delle tre y otro de los momentos excepcionales de la serie. Luego encontramos tres relatos agrupados con el título genérico de Los buenos modales. Tres historias en blanco y negro donde se profundiza en el nihilismo cotidiano de la pandilla y donde diversos personajes – especialmente femeninos – salen especialmente malparados de sus encuentros con Zanardi, Colás y Pietra. Son episodios llenos de sadismo, rabia y cierta moraleja de película porno.

Finalmente destacaremos Zanardi medieval. Una epopeya de 26 páginas donde Pazienza experimenta tanto temática como gráficamente y que sitúa a su personaje principal Zanna en medio de un alucinado y fantasmagórico sueño feudal, que explora los mitos más pasolinianos del pasado.

La evolución gráfica que experimenta Andrea Pazienza a lo largo de esta serie, y en general en toda su carrera, forma parte del mensaje. El asombrado lector asiste a un continuo despliegue de evoluciones, de experimentos, de estilos convergentes y antagónicos que se subordinan al servicio inmediato de la narración y que conforman un lenguaje propio y sin precedentes.

Will Eisner explicaba a Neal Adams que no se podía dibujar cómics realistas de manera convincente sin dominar la técnica del dibujo humorístico, la caricatura, del cartoon… Y esto se nota especialmente en auténticos maestros como el propio Eisner, Roy Crane, Osamu Tezuka o Harvey Kurtzman.

Pazienza es su hijo pródigo. Era un artista tan versátil como genial. Nunca se cansaba de experimentar y siempre buscaba el tono adecuado y el estilo propicio para cada historia, para cada secuencia a veces para un simple instante decisivo.
El estilo de Pazienza es una sabia y contundente mezcla de cartoon y realismo. Y uno cree sentir su enorme influjo en los trabajos de autores y artistas tan importantes como Lorenzo Mattoti, Javier Pulido o Christophe Blain.

LOS OJOS DE ZANARDI
Massimo Zanardi es un personaje carismático, cruel y camaleónico. Con el paso de los años su figura ha dado pie a múltiples interpretaciones, desde la más autobiográfica a la política; designándolo como la encarnación de ciertas ideas revolucionarias, como un zapador de la sociedad burguesa de la década de los ochenta.
Su aspecto físico también contribuye a todo tipo de elucubraciones. Es alto, delgado, posee una figura esbelta aunque algo encorvada. Viste con una elegancia trasnochada que proviene del vestuario cedido por un pariente lejano. Es pelirrojo y un luce flequillo que tira a la derecha. Siempre presenta una cínica sonrisa en su rostro que está rematado por una nariz prominente, encorvada y puntiaguda que tiene un contrapunto en su afilada barbilla. A veces luce un pendiente en forma de aro en el lóbulo derecho. Pazienza lo transforma a menudo en un demonio ágil e indómito.
Sin embargo su rasgo más característico, su principal cualidad anatómica son sus ojos. Zanardi posee una mirada penetrante, profunda, fría y cruel. A veces se aprecia en ella el brillo de un deseo, pero normalmente aterroriza por la inmensa vacuidad que refleja. Es el vacío interior de un personaje siempre al acecho, nunca satisfecho; sin esperanza pero sin miedo.

Andrea Michele Vincenzo Ciro Pazienza, más conocido como Andrea Pazienza o simplemente Paz, nació en San Bennedetto del Tronto en la provincia italiana del Ascoli Piceno, en mayo de 1956.
La primera parte de su infancia transcurrió en la localidad de San Severo que se convirtió en su paraíso perdido. A los doce años se traslada a Pescara para cursar sus estudios secundarios y posteriormente se matricula en el liceo artístico. Allí conocerá a Tanino Liberatore, artista de fumetti como él y creador – junto al guionista Stefano Tamburini – del personaje Ranxerox. Es en esta época que empieza a dibujar sus primeras historietas.
En 1974 se matricula en el DAMS (Discipline delle Arti, della Musica e dello Spettacolo) en la Universidad de Bolonia.
En 1977 publica en la revista Alter Alter la historia Le straordinarie avventure di Pentothal, una obra experimental, un delirio gráfico que le sitúa inmediatamente a la vanguardia de su época.

El mismo año – junto a Tanino Liberatore, Filippo Scozzari, Stefano Tamburini, Massimo Mattioli – funda la editorial Primo Carnera Editore y la revista Cannibale. Colabora para la revista Il Male y realiza historias cortas, portadas, comentarios políticos y chistes gráficos para infinidad de publicaciones. En 1980 funda otra revista llamada Frigidaire junto a Vicenzo Sparagna y otros colaboradores.

Desde 1983 se dedicó a la docencia, primero en la Libera Università di Alcatraz y posteriormente en la Scuola di Fumetto e Arti Grafiche Zio Feininger que creó junto a artistas como Roberto Raviola (Magnus), Lorenzo Mattoti y Silvio Cadelo.
En esta época sigue publicando en revistas como Comic Art, Linus, Zut y diversos suplementos dominicales de periódicos de tirada nacional.
Se dedica también a la escenografía, la pintura, los videoclips y carteles para películas. Colabora con artistas como Federico Fellini, Roberto Begnini y Giorgio Rossi.

Es en este período que su adicción a la heroína empieza a afectarle de manera grave y empieza sus estancias en centros de rehabilitación.
En 1986 se casa con la también dibujante de cómics, Marina Comandini y se traslada a vivir a la localidad de Montepulciano.
Fallece en junio de 1988, supuestamente de una sobredosis de heroína, aunque este hecho nunca ha sido confirmado por su familia. Fue enterrado en el cementerio de San Severo.

Sus obras…

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14/03/2019
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