Hay ocasiones en los que la literatura alcanza el misterio. Es misterio. Esbozar ligeros trazos, trazar paisajes humanos, transmitir la profundidad de la pérdida y la derrota en conversaciones de cafetería, hablar de derrotas sin tragedias, de tragedias insertas en el devenir de los días, contar derivas, personas llevadas por el destino, el capricho del destino. Ser capaz de construir con las mismas piezas nuevas conmociones. De emocionar sin necesidad de sorprender. Llevar la literatura a la ausencia, y en esa ausencia, encontrar todo aquello que hemos perdido. Sentir. Demasiado a menudo podemos hablar de la banalidad de la escritura. Una banalidad forzosamente construida. Qué importante, entonces, es leer y entender un libro como este Árbol desnudo, de Chotaro Kawasaki. En él, se encierra algo que se niega a ser comprendido. Pero igual que esa repetición incesante, esa sucesión de días de lluvia, cuando todo pasa, sabemos que hemos tocado algo con los dedos. ¿Qué? Como decía Rimbaud, tal vez la eternidad…

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06/11/2024
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