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Una década antes, en los Estados Unidos de Norteamérica, florecía una nueva juventud, que en este caso ya no era la de la joven América. Al contrario, retroalimentándose con el grunge, ocupaban posiciones nihilistas y parecían llevar el peso del mundo en sus espaldas. Su medio de expresión eran maquetas y pequeñas compañías y fanzines de música y de cómic. Uno de estos —el icono de la época junto al Odio de Peter Bagge— se llamaba Eightball y publicó su primer número en octubre de 1989.
Su autor era Daniel Clowes, nacido en Chicago, que había trampeado con diversas series —de estética bastante europea— y que con este primer número pensaba quemar su última oportunidad de ser alguien en el mundo del cómic, pero no con una serie inscrita en las corrientes habituales en esos años, sino con unas páginas en las que volcase todo su mundo personal, su peculiar humor, su querencia por el absurdo. Decidió poner en ello todo lo que le pasaba por la cabeza, sin ningún tipo de barrera o impedimento…