Libros para un confinamiento (VIII)

 

MEJOR QUE UN SONAJERO

Estaremos de acuerdo en que no existe espécimen humano (por llamarlo de alguna forma) tan enigmático y terrible como un niño canijo. Esas bocas desdentadas que apenas empiezan a farfullar el idioma pero razonan ya con prosodia y autoridad de ministros. Esos entes que se baban de gusto y quizá corren ahora hacia nosotros con cadencia zombie, haciéndonos aullar de espanto. Dichosos ellos. Nunca hemos deseado con tanta fuerza como ahora ser el insondable niño en su carrito, en su balancín, armados de papilla y teta. ¿Se enteran de algo? ¿Lo saben y no nos lo dicen? Es probable que, de aquí a que tengan uso de razón —mi abuela aseguraba que este regalo ontológico coincidía con la Primera Comunión—, todo esto haya pasado de largo. Habitarán un Nuevo Mundo y serán incapaces de hacer odiosas comparaciones con el Viejo, del que no tendrán más que un fantasmal reflejo, poso polvoriento de nuestras batallitas de abuelos postcoronavíricos. Puede que estén llamados a ser la «Generación COVID-19», que en principio parece una denominación mucho menos mercantilizable que «millennials» o «centennials»; suena más lustroso, es otra cosa. No hace falta añadir que son ellos el rayo de luz entre las tinieblas de estas últimas semanas. Nacen, luego berrean, por fin sonríen. Señalan algo y nos miran inquisitivos. Y aquí, en el lado adulto, se encogen las almas y saben que la vida sigue obrando su milagro. Es necesario que los enanos, ellos mismos hijos del misterio, empiecen a conocer también ese milagro.

Estamos cansados de oír que la tecnología suplirá poco a poco la realidad, o bien la aumentará, según convenga al usuario. ¿Y no es eso lo que los libros han hecho desde siempre sin mayor alboroto? Si se trata de abrir nuevas ventanas a la realidad, a bajo coste, sin aparatos ni virguerías, hasta que llegue el momento crucial de enfrentarse a la vida exterior, Un mundo… maravilloso, de Antonio Ladrillo, es el libro para ellos. Desde la máxima sencillez, Ladrillo repasa animales, sonidos, formas, texturas, sensaciones, la naturaleza y la manera en que nos relacionamos con ella. Un mundo… maravilloso se puede leer como un catálogo de maravillas pero también como un viaje que celebra tanto la tragedia como la alegría de la existencia, el misterio de la vida. El misterio está ahí, con mascarilla o sin ella.

Decíamos arriba que los chamacos no sufren ni padecen. Pero no basta con eso, es necesario hacerlos gozar. Sensorial y gozoso, El libro que hace clap, de Madalena Matoso, es un álbum ilustrado que a los más pequeños les parecerá cosa de magia. Porque lo es: sin ayuda de ningún dispositivo electrónico, la autora se las ingenia para ilustrar un montón de escenas dinámicas que cobran movimiento por el sencillo mecanismo de abrir y cerrar el libro. Una mujer toca el acordeón, un hombre toca los platillos, hay dos que se besan, dos que chocan las palmas… Un libro hecho para ser manoseado que, paradójicamente, les enseñará su valor también como objeto, algo que apreciamos mucho en esta casa. ¿Hemos dicho que sirve incluso para aplaudir desde el balcón? ¡Clap, clap, clap!

Es sabido que la fantasía es alimento del alma y la imaginación. Así que os proponemos preparar a los niños para cuando vayan a eso llamado «colegio» y les pongan a germinar lentejas en un yogur. ¿Alguien ha olvidado el asombro de ver brotar el tallo desde el envase de un yogur de macedonia, sin tener claro siquiera qué es la macedonia? La madre naturaleza actúa, y cuánto mejor actuará si la cuidamos tras esta pandemia. Entonces quizá veamos brotar criaturas asombrosas de la tierra, como les sucede a Yoyo y Nene, las protagonistas de Semillas de monstruo. Son varias las generaciones que han crecido encandiladas por los grandes ojos de los personajes de los animes, y eso es algo que está a prueba de virus: este relato feliz de Eiji Otsuka e Hirarin, profundamente arraigado en la tradición del kaiju, el folklore japonés y el kodomo manga, es brillante y colorista como el más popular cine de animación contemporáneo.

Para terminar, nos damos el gusto de recomendarles un libro perfecto para compartir con sus hijos, sobrinos o pequeños amigos. Helios, de Étienne Chaize, es un relato poblado por decenas de personajes fascinantes, eco contemporáneo de aquellos que protagonizaron la Odisea, que posee el encanto de esos cuentos sombríos que permanecen para siempre en la memoria como un extraño y atrayente misterio. Una anacronía muda de tintes futuristas y apoyada en un despliegue gráfico espectacular a la que los más peques se enfrentan con pasmosa naturalidad, poniendo en alerta sus cinco sentidos. Helios es, en definitiva, una apuesta decidida por la intuición, la fantasía y la capacidad de observación que, además, no sobra decirlo, entretiene durante un buen rato al duende de la casa.

Otros títulos que el prodigio de la casa podría machacar sin reparo alguno:

Bubble Gum Boy, de María Ramos (álbum ilustrado)
Crecer, de Eleonora Marton (libro de actividades)
Gucho & César en la isla de las zanahorias, de Krystyna Boglar y Bohdan Butenko (cómic)
Cuentos de la Navidad dorada, de Carlos López y Olga Capdevila (cuentos ilustrados)
Curiosón, de Matthias Picard (álbum ilustrado, 3-D)
Yo, de Antonio Ladrillo (álbum ilustrado)
Yokai, de Carmen Chica y Manuel Marsol (álbum ilustrado)
Duelo al sol, de Manuel Marsol (álbum ilustrado)
El tiempo del gigante, de Carmen Chica y Manuel Marsol (álbum ilustrado)
Jim Curious, de Matthias Picard (álbum ilustrado, 3-D)
La cena con la reina, de Rutu Modan (cómic)
Montañas, de Antonio Ladrillo (álbum ilustrado)
Mundo loco, de Atak (álbum ilustrado)
Picnic, de María Ramos (álbum ilustrado)
Ser un fantasma es lo mejor, de Antonio Ladrillo (álbum ilustrado)

18/04/2020
Fulgencio Pimentel